08 abril 2007

Como esperar durante 5 horas en la sala de urgencias del hospital y no volverse majareta

Antes de empezar, quiero hacer un llamamiento.

Si alguien tiene una estrategia sólida y eficaz a seguir en estos casos, por favor, háganmela saber.

Bien, repasemos pues la situación en la que me encontraba. Lo primero, fueron 5 horas de espera. Cinco. Tenía hambre. Mucha hambre. Había una máquina de comida que sólo ofrecía mierdas y sandwiches imposibles que, sinceramente, no me apetecía probar. ¿Quién se ofrece para experimentar semejantes mezclas? Mucho peor, ¿qué clase de comerciante piensa que es una buena idea poner entre dos panes salmón con salsa asco y tortilla francesa?

De bebidas calientes ni hablar. Al lado de la máquina de comida había una de café, pero que casualidad, estaba fuera de servicio. La que si funcionaba era la de bebidas frías, pero con el tiempo que hacía fuera y el agotamiento del viaje, no me apetecía nada que estuviese en una lata de 33cl, aunque al final me acabé bebiendo un aquarius de naranja por desesperación, previamente desenfriado gracias a mis manos y a la paciencia. (Tenía tiempo de sobra).

La única salida que tenía era matar el tiempo con algo de ocio. No tenía ningún libro a mi alcance y mi única posibilidad de entretenimiento era el móvil, que falto de batería, no podía usar para responder a las continuas llamadas. En la sala de espera hay una televisión, y estaba encendida y puesta en TVE, pero oigan, un sábado por la tarde la programación no podía ser otra: Cine de barrio. 1 minuto bastó para saber de qué iba la españolada. Un huérfano es recogido de niño por las monjas, que le crían con amor y le permiten seguir su sueño de ser torero, hasta que deslumbre en Las Ventas. Vomitivo. Quedaba por hacer lo más rastrero, escuchar las conversaciones disimuladamente de las personas de tu cercanía. Sólo había tristeza y enfermedades por doquier. No era precisamente la clase de ocio que buscaba. Era como si estuviese encerrado en un cuarto oscuro, sin piernas, sin brazos, sin ojos ni oídos. Era una auténtica carcel para mi cerebro.

Si hubiese tenido mi libro con asas... todo habría sido diferente.


Por cierto, no viene al caso, pero si alguna vez, después de andar durante mucho tiempo llegas a un paraje natural de una belleza sublime, no lo contemples con la boca abierta, lo mas probable es que te acabes tragando un bicho y no puedas quitartelo de la cabeza durante 2 semanas.

2 comentarios:

kaO¡ dijo...

el conteXto no era demasiaDo simpático, pero yo también hubiera optaDo por escucHar las conversaciones ajenas, i a partir de ahí reinventar sus vidaS, entrelazarlas unas con otraS.. no sé, es lo que se hace casi siempre, no?

saluDos¡
kaO¡

carlos dijo...

menos mal ke no era algo muy grave para lo ke fuiste, yo no se , seguramente yo haria lo mismo , es mas casitodo el mundo ke esta alli creo ke lo hace, ahora ke lo pienso por ke no ponen unas recreativas o algo en el hospital , vale ke no es para lo ke esta hecho un hospital , pero no se joe, poned algunas revistas , ke puedo ir al hospital con el pie derecho mirando a Lisboa y el izkierdo en direccion castelldefell y lo que tardan en atenderme vendria bien por unos momentos algo que me quitase de la cabeza el hecho de ke tengo las piernas como las agujas de una brujula , la verdad es ke no an pensado en ello , seguro que es una de las razones por las cuales todo el mundo odia los hospitales , excepto algun tio raro que tenga el sindrome de luxemburgo o como se llame , saludetes nen , no veas si e escrito acabo de desperdiciar un post con este comentario xDDDD, ABRAZOS.